Aquellos del cielo


Sabes, a mi me gustan mucho los cielos que en este mundo se abren como una boca. Son enormes y azules en los valles grandes como el Bajio. Cuando me paraba en medio del pasto, ¡veia como el cielo gigantesco estaba a punto de tragarse al mundo entero! No era aterrador, por que el humano no puede tocar el cielo, no fue hecho para eso como las aves. Pero si el cielo bajara hacia la tierra y nos devorara, no moririamos, sino que retornariamos a un inicio en color azul: nacimos del mar, de nuestra madre, y retornariamos de alguna manera a donde venimos en un nuevo inicio. Del cielo. Y a mis pies, en el Bajio, atraves de los zapatos sentia la tierra fertil que daba buena cosecha en las calendas de abril. El cielo se veia sujeto a nubes pequeñas como un cuello que se aperlaba en brotes jocosos y bellos, o nubes gigantescas que navegaban a travez del cielo como naves cruzando el oceano, palacios y catedrales gigantescas que se asoleaban dando sombra a mi cabeza. Aqui en la ciudad el cielo es azul tambien, pero los edificios tapan la gran boca del mundo azul, los sostienen como palillos.
Para mirar al cielo, el unico boleto a pagar es el abrir los ojos y dejar de escuchar el mundo. Hay que escuchar lo que el cielo nos dice.

agosto, 2009

2 comentarios:

Maga dijo...

Te extraño mucho Horacio...

Alba Miranda dijo...

tenés toda la razón...a mi tb me gusta mirar el cielo...de cierta forma el clima ajusta mi humor.Besos!