Anotacion del 8 de noviembre: El jardin de las delicias. Lugar sin limites


Erase una vez en América…

Después de los procesos de independencia en América Latina y el Caribe, las nacientes naciones fueron, en su mayoría, gobernadas por caudillos y dictadores primitivos que intentaron crear una identidad, un estado nación que pudiera competir con las naciones europeas. Estas naciones, en su mayoría de cultura agraria, pudieron, hasta finales del siglo XIX e inicios del XX, lograr formar una hegemonía nacional con Estados que mantenían su mirada en el sueño modernizador de corte positivista. Pero el escenario agrario tenía una visión diferente: eran zonas con un altísimo grado de concentración de tierras, las cuales eran dirigidas por un solo grupo o una sola persona, un terrateniente. Al avanzar el siglo XX, la industrialización y la expansión de la mancha urbana arrastraron al abandono y olvido el sector campo. En Mexico se dio una revolución agraria en 1910 y en Chile, la burguesía con un gran poder y una ideología muy conservadora, dejaron estragos y signos de violencia por toda la nación. Este abandono político del sistema agrario fue óptimo para el desarrollo de la violencia y la concentración, con ello acarreando la pobreza y desigualdad.

De cómo llego la tristeza.

Dentro del sistema simbólico complejísimo de la novela que permanece oculto, mas no para el que sienta la fibra y el origen bíblico de los arquetipos universales, cabe resaltar la problemática estética e ideológica de la decadencia del entorno en que se desarrolla esta gran y terrible obra: el campo y su decadencia. Como explique en la introducción, la industrialización, la expansión de la mancha urbana y migración del campo a la ciudad (antes y después de la Segunda Guerra Mundial), la política de cambio de productos de exportación arrastraron consigo una ola de abandono y desinterés político por el sistema agrario y con ello, las poblaciones que eran poco a poco abandonadas por sus representantes en las nuevas urbes y por los Estados modernos latinoamericanos. En la obra de Donoso, tenemos a don Alejo, el cacique dueño de los viñedos (principal producción y exportación chilena, incluso en nuestros días) que tiene un control casi absoluto sobre las tierras que ha ido ocupando y comprando, una centralización total de las tierras, con la cual, estas quedan bajo el poder de una sola persona, un cacique máximo. En esta concentración agraria fuerte y anquilosada (claramente, de tendencia ideológica muy conservadora) la ley está compuesta por el caique máximo (y sus socios o ejercito personal), y en él se totaliza la ley. Las autoridades gubernamentales y judiciales no tienen acceso como fuerza judicial o legislativa en la región. La protección que don Alejo les brinda a la Japonesita y la Manuela viene de un acuerdo previo, además de los derechos de la propiedad del burdel. El trato fue con todos los pobladores de la Estación por los votos, el apoyo político dentro de las cámaras de representantes de la Nación que desembocan en promesas incumplidas por capricho. La decisión de la falta de luz, (el poderoso Dios que no quiso que la luz se diera) cayó en manos del pilar de las tierras en donde ellos habitaban y laboraban como trabajadores en las viñas. Todos los personajes, a excepción de Pancho, buscan una esperanza en el dador de bienes que es don Alejo, el patriarca de las tierras que los protegerá de todos los males, pero a la vez, se someterán a sus caprichos. El personaje de Pancho entra en la narración como aquel que en vez de esperar un progreso, desea salir de la charca que representa la región de Talpa y la Estación, pero dentro de su misma ilusión arrastra la frustración de cargar con la familia. El desea la libertad total que le ofrece el mundo urbano a diferencia de la homologa decadencia agraria.
Esta decadencia en cuestión de valores, en una sociedad tan conservadora como la chilena, viene manifestada y representada en el mismo título: El lugar sin límites, donde no hay restricciones para lo que intente llevar al placer, la ambición, la corrupción de las identidades sexuales y familiares, que es sostenido por el epígrafe de la obra de Marlowe. Una representación universal del hogar y la tierra decadente es la casa de la Japonesita, el burdel de la Estación. En el flashback de la apuesta y concepción de la Japonesita, el lugar mantiene su vida gracias a la manutención que le da don Alejo con lo que se cobra de la renta: hay vida y movimiento dentro de las promesas de la expansión y modernización del lugar, pero en la primera parte de la novela, como introducción al mundo de luz extinta, la casa ha sido descuidada, al borde de la ruina y el colapso.

Y la Manuela dejo de respirar.

Me es inevitable hacer una comparación con la obra de Rulfo, que también es llevada a los escenarios de la violencia agraria de las posrevolución, en especial la novela Pedro Paramo y el cuento de Luvina, en la cual también la concentración agraria está en manos de un solo personaje o el olvido del gobierno lleva a la destrucción total de una comunidad campesina. Es curiosa la similitud entre Pedro Paramo y don Alejo, ya que ambos en un ataque de tristeza destruyen lo último que queda de su pueblo destrozado: Padreo Paramo por la pérdida de Susana San Juan y la soledad que esta lo conduce y don Alejo sabiendo que es mortal en su ilimitado poder y no le queda mucho tiempo, sus perros fungen de mensajeros de su tristeza y el abandono que tendrán los pobladores a su muerte, la violencia por venir que cobra su primera víctima, la Manuela. El caso de Luvina es anterior, ya que puede ser considerada como un prototipo de lo que será Pedro Paramo, y en este se aborda el abandono completo que ha tenido el pueblo de Luvina, no por un cacique máximo o terrateniente, sino por parte del gobierno mexicano y lo ha orillado a la desolación y la pobreza.

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