Anotacion del 20 de abril de 2010: El deposito de nuestra alma, mi amor


A diferencia de la novela de Auster, La identidad de Kundera trata de su manera peculiar la identidad y su problemática en el género sexual. No hablemos aquí de un segundo sexo, sino del deseo y como somos en una pareja. ¿Quién soy yo para el y los demás hombres? Ellos ya no me miran como antes, como cuando era joven. Entonces, si ya no me miran, ¿quién soy yo?
Chantal y Jean-Marc se baten en una persecución, primero de alcoba y después en el Canal de la Mancha, uno por el otro para finalmente huir de su relación, agotados por la malinterpretación, el cansancio sentimental, hartazgo y un poco de idiotez (salsa de todas las relaciones.) Los personajes, los demás fuera del pequeño mundo Jean-Marc-Chantal son casi oníricos y ridículos, en situaciones que ponen los pelos de punta a Chantal que ve como su nueva y equilibrada vida se descompone de nuevo en la posesión de los demás. De quien más sino el peor de todos, Jean-Marc.
Al final, la perdida misma de la identidad de la mujer en objeto es de tal impacto que Kundera abre una caja pandórica (mujer) de donde sale una Deus Ex Machina que no sabemos si será el final o solo el principio de no dormir bajo las sabanas con nuestra pareja. En Japón se creía que la almohada era el depósito-habitación del alma al dormir; el alma de las parejas tal vez se deposite en la cama… plana y blanca como la identidad después de que la muerte de un hijo respira en la nuca.

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