Nota del 8 de marzo: Un día habran preferencias


Comentarios de Un día de estos de Gabriel García Márquez y Preferencias de José Revueltas

De la vaina y el “premio”.

No he leído toda la obra cuentistica de García Márquez. Es una confesión que lleva tiempo mascar y escupir como una vaina (con el sentido ibérico de la palabra) en su tiempo biológico: de pequeño, asqueado y sin ganas; de adulto, se devora rápido para seguir trabajando.
Según el gran cementerio cortazariano de la lengua hay cerca de 10 o 15 definiciones de vaina procedentes todos de la raíz latina que significa vagina, y ha transcurrido en labios hispánicos y americanos con tantos sabores y formas como en México es el chingar.
Y, prácticamente en México, Álvaro Mutis vino a chingar a García Márquez con un ejemplar de Pedro Paramo, tirándoselo en la cara en risas con una frase que lo marcaria desde su gran colombiano interior: “Léase esa vaina, carajo, para que aprenda.”
Vivan las vainas, chingao, profesa una obra de puente en América Latina. Pero volvamos al cementerio: Persona despreciable, perjudicar o abusar a alguien. “Es la misma vaina”, protesta el alcalde. En todo el castellano novohispano, las vainas se comen en algunos platillos llenos de desconsuelo.

Del llanto o la pureza de la sordera.

El llanto de un bebé es tan cotidiano como los murmullos sonoros en un mercado. Los únicos que los atienden son la molestia nuestra de cada día en la mujer barbuda de Piglia. Creciente mas no joven, la ciudad encierra en esa naturalidad de concreto la violencia y lagrima del que llora riendo con y ante la sonrisa de la Catrina y una tarde de la Alameda.
¿Qué esconden en el transcurso del cuento los muros de la vecindad? La entrada, tan solo la entrada de un laberinto en el cual la soledad entra para no encontrar la salida más que en sus oídos tapados por las manos. Los llantos de un bebé, por naturaleza, son puros, son el llamado a la atención de un ser vulnerable al ambiente que lo rodea. La muerte ha marcado de uno en uno los destinos de un laberinto que se cierra poco a poco como una tenaza del olvido y la indiferencia. Se escuchan los carros en las calles, el agotamiento del sudor con aroma nostálgico a un campo violento. El sueño de la ciudad de inicios del siglo XX trae el desconsuelo, “la misma vaina”. ¿Qué hay en la naturaleza de las personas que siempre quieren olvidar? La respuesta en esta ciudad no es más que la siguiente pregunta, alguna formulada con palabras que no se escuchan. ¿Algún inquilino escucha? Nadie quiere.

4 comentarios:

Alexis Leñero dijo...

siempre con un tema distinto y cautivador estimado...

bueno..

Unknown dijo...

Estoy muy segura que "Preferencias" es de José Revueltas y "...es la misma vaina." lo dijo el Alcalde, no el dentista.

Unknown dijo...

Sí, cuando redacté esta cosa, ya era muy tarde y me estaba durmiendo. Deja lo corrijo xD

Taяuмвa dijo...

Que sirva de algo la tarea, ¿no? Qué exagerado eres, te salieron bien los comentarios. Al menos no te equivocaste de cuento como yo ¬¬