La cangrejita.
Hay una cangrejita al que le quema la piel,
que le quema la vida, que le quema el amor.
Aquélla cangrejita se posó sobre mí
y se durmió.
Aquélla cangrejita cuando se despertó
me llenó de besos
y yo sin querer me dormí.
Aquélla cangrejita, al despertarnos
los dos,
me prometió no quitarse nunca,
ya que yo al dormir
me volví de leche y café,
azúcar para sus heridas,
calmando su ardor.
¿Cual ardor?, le pregunté
Aquel que se alivia con calor,
aquel que se alivia con ascuas
y promesas de entrega, me respondió.
Entonces, entre su amor,
lentamente mi cangrejita, me durmió.
La cangrejita
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